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Los Comuneros apoyaron las revueltas campesinas en contra de la nobleza media, en casos tan claros como el de Dueñas, y constituyeron en los municipios asambleas de representantes populares para el gobierno local. Se contrapusieron a la oligarquía caballeresca que hasta entonces había regido en las ciudades sin apoyo popular alguno. Ninguna de sus acciones fue favorecedora a la nobleza, que fue de hecho la que, a cambio de grandes concesiones, colaboró con el poder real en el campo de batalla. Apoyaron Las Comunidades una primitiva industrialización castellana (especialmente textil) en un claro intento por la modernización de nuestra Nación. Lejos de las interpretaciones partidistas, procedentes históricamente de la derecha (monárquicos y falangistas) que hicieron ver a los Comuneros como restituidores del orden medieval, Pérez descubre la verdad encerrada en Las Comunidades. La de una revuelta popular, liderada por la naciente burguesía y apoyada en gran medida por las bases de la Iglesia, que quiso hacer de Castilla una Nación moderna e independiente de poderes ajenos, que quiso liberar al pueblo del poder absoluto del rey constituyendo instituciones de representación popular de competencias superiores a las regias. En definitiva, un intento de dar al pueblo el destino de su Patria y modernizar su economía. Todo ello para hacer de Castilla no el imperio absolutista y represor en que indefectiblemente se convertirá, sino en una Nación fuerte en sí misma y en sus gentes.